miércoles, 20 de noviembre de 2013

Neobatllismo


"Sin duda alguna la revolución que vive el mundo es muy violenta; y por desgracia no se ve que la tranquilidad llegue a los pueblos y la paz asegure la estabilidad de los gobiernos. Por el contrario, vemos la violencia de la lucha por todos lados (...) Solamente nosotros damos el espectáculo de una inmensa tranquilidad. Damos el espectáculo de estar luchando por nuevas conquistas, en la paz y en la libertad ¿Y eso por qué? (...) Solamente porque hemos sabido ser justos desde hace mucho tiempo. Leyes como las que tiene nuestro país recién algunos países las viene conquistando con sangre, cuando nosotros las hemos dado en la paz, respetando a los hombres y a las instituciones" Batlle Berres, Luis. "Pensamiento y Acción" Pág. 111

El 2 de agosto de 1947 Luis Batlle Berres se ubicó en el sillón presidencial, tras la muerte de Tomás Berreta que había sido electo un año antes y que no llegó a culminar su primer año de gobierno. Desde allí impulsó una política que se conoce como "neobatllismo", por las similitudes que tuvo con la de su tío, José Batlle y Ordóñez. En un sentido amplio se usa el nombre “período o época neobatllista” para referirse a aquellos años en que ese sector político predomina y, desde el gobierno, intenta poner en práctica sus ideas (desde 1947 a 1958).

La Segunda Guerra Mundial representó para Uruguay una demanda sostenida de sus principales rubros exportables por parte de los estados involucrados que se encontraban además imposibilitados de abastecer nuestro mercado de productos industrializados lo que posibilitó obtener año tras año saldos positivos en la balanza comercial. Por consiguiente, el país multiplicó sus reservas en oro y divisas y el índice de crecimiento global de su economía estuvo entre los más altos del mundo. Cuando la recuperación europea comenzó a revertir esta tendencia, la guerra de Corea, entre 1950 y 1953, reeditó la coyuntura favorable del comercio exterior uruguayo.

En este contexto llega al gobierno Luis Batlle Berres quien era partidario de un estado interventor que articulara armoniosamente los intereses de capital y del trabajo. Como su tío, pensaba, también, que el Estado debía garantizar la igualdad de oportunidades a través de la educación pública y de fácil acceso para todos. La propuesta buscaba amortiguar la lucha de clases a través de la redistribución de los ingresos pero sin oponerse a la existencia de clases sociales.
Según sus palabras “al lado de la industria que crea la clase media, al lado de la industria viene el salario bien remunerado del obrero, al lado de la industria viene elcapital, al lado de la industria viene toda la organización administrativa bien paga, al lado de la industria se realiza y se hace una riqueza que se reparte entre los trabajadores porque la industria lo que necesita son brazos y entonces a los brazos es a donde llega el reparto justo la ganancia que provoca es industria, y en ese sentido tenemos que hablar con claridad al pueblo: no están haciendo como lo pretenden algunos que falsean la verdad, capitalismo para los capitalistas, no, están haciendo riqueza para que llegue al pueblo, para que se reparta entre los hombres de trabajo...” (Luis Batlle, 10/10/1948).
En el plano económico el Neobatllismo puso el acento en el desarrollo de la industria considerando que además de producir riqueza generaba fuentes de trabajo. La industrialización debía ser promovida y defendida por el estado a través de la protección aduanera, tipos de cambio favorables, menos impuestos, etc.
Consideraba además que el Estado debía encargarse de aquellas actividades que se consideraban servicios públicos imprescindibles o que requerían un nivel de inversión que no podían hacer las empresas privadas.

Como estrategia de gobierno Luis Batlle trató de lograr alianzas con otros sectores políticos dentro y fuera del Partido Colorado. Se entrevistó con el principal dirigente blanco, Luis Alberto de Herrera, llegando a una “coincidencia patriótica”: el herrerismo apoyó algunas de las medidas del presidente y a cambio éste designó a varias figuras herreristas para cargos jerárquicos. Estas designaciones a cambio del apoyo, que la población llamaba “el reparto”, significó un aumento considerable de los puestos en la administración pública y el consiguiente aumento de los gastos (por ejemplo el Instituto de Jubilaciones se dividió en las Cajas de Industria y Comercio, Civil y Rural lo que implicó la creación de 15 cargos de directores). Pero pronto el herrerismo pasó a hacer oposición al gobierno reflejando las posturas de los sectores rurales.

Una de las primeras obras de gobierno fue la nacionalización de los ferrocarriles, los tranvías y las aguas corrientes que estaban en manos de empresas inglesas, fue esta la forma de cobrar la deuda que Inglaterra tenía con Uruguay y prácticamente fue impuesta como solución por los ingleses en lugar de pagar en libras por de carne y lana durante la Guerra. Con las empresas nacionalizadas se crearon nuevas empresas estatales: con los tranvías se creó la Administración Municipal de Transportes (AMDET, 1947), con los ferrocarriles se formó la Administración de ferrocarriles del Estado (AFE, 1952) y con las aguas corrientes se instalaron las Obras Sanitarias del Estado (OSE, 1950). De esta manera se amplió la esfera de acción del estado en la economía y se aumentó el número de funcionarios públicos, multiplicándose las oportunidades de ofrecer empleos públicos a cambio de votos.

El eje de la política económica neobatllista fue la promoción de la industria, especialmente la de sustitución de importaciones. El modelo ISI, como se le llamó, aprovechaba la debilidad transitoria provocada por la guerra mundial en la industria europea para hacer nacer una industria propia. Las herramientas empleadas para el fomento industrial incluyeron aranceles preferenciales, exoneraciones fiscales, créditos baratos y tipos de cambio favorables. Así creció una industria de artículos de consumo -ropa, alimentos, bebidas, textiles- que exigió mano de obra e impulsó el desarrollo de sectores comerciales y de servicios.

La política proindustrial se financió con las divisas provenientes del sector agropecuario. Para el neobatllismo, la actividad primaria debía suministrar los capitales para el desarrollo manufacturero, que actuaría como dinamizador general de la economía. Esta transferencia de recursos del agro a la industria se concretó a través del contralor del comercio exterior y la política de cambios múltiples, instrumentos ambos que habían sido ya empleados desde el período de Terra.
El contralor del comercio exterior consistía en asignar prioridades de valor, procedencia o destino a las exportaciones o importaciones, según el interés del país. La política de cambios múltiples implicaba que la cotización de la divisa variaba en función de tales criterios. Lo que sucedía en todos los casos, sin embargo, era que el estado "compraba" barato el dólar que ingresaban los exportadores por los productos del agro y vendía "caro" el que requerían los importadores. Como el monopolio del contralor lo tenía el Banco República, la diferencia quedaba a favor del estado. Esa diferencia subvencionaba las actividades económicas de interés -por ejemplo, la industria- o cubría necesidades del estado, como el presupuesto público o el pago de la deuda.
Ejemplo de esta política es la fijación en 1947 en los $1,52 lo que recibirían los exportadores (de carne, lana, etc) por cada dólar que ellos recibían del exterior y que debían entregar al Contralor de Exportaciones; y a los importadores uruguayos se les cobraba $1,90 por cada dólar que se les entregaba para pagar mercadería importada. La diferencia de 38 centécimos por dólar quedaba en manos del Estado para dar créditos a los industriales, o cobrarles menos impuestos, o cobrarles menos los dólares que precisaban para importar combustible o maquinaria. Se producía una transferencia de ingresos desde un sector (los exportadores agropecuarios, o sea los estancieros) hacia otro sector (los industriales). En l947 un decreto clasificó las importaciones en tres categorías fijando distintos valores a los dólares entregados y dos años después la clasificación en tres tipos también se aplicó a las exportaciones.
Otra forma de proteger a la industria nacional fue mediante el sistema arancelario (impuestos de aduana), poniendo impuestos altos a los productos extranjeros que podían competir con los fabricados en Uruguay o bajando los impuestos a aquellas importaciones necesarias para las industrias como maquinaria y combustibles; a esto se sumó el no cobro de impuestos a las industrias nuevas o a la ampliación o modernización de fábricas y los préstamo del Banco República con bajos intereses a largo plazo.
Estas medidas y la situación internacional (los países europeos, tradicionales abastecedores de productos industrializados, estaban en plena reconstrucción después de la guerra) favorecieron el crecimiento industrial. Se destacaron las industrias dinámicas en contraposición con las tradicionales. Entre las primeras se encuentran los productos eléctricos, química y derivados del petróleo; entre las segundas: alimentos, bebidas y cueros. La mayor parte de la producción se dedicaba al consumo interno con la excepción de los tops (lana lavada y peinada) que se exportaba. El desarrollo industrial también benefició a otros sectores económicos como ciertos cultivos vinculados a la industria (remolacha, caña de azúcar, cebada cervecera, maní, tabaco, girasol, arroz).
Por otra parte la subdivisión de la tierra como forma de terminar con el latifundio y mejorar la producción agropecuaria fue encarada con la creación del Instituto Nacional de Colonización (1948). Este tenía como cometido comprar latifundios improductivos, dividirlos y repartirlos entre colonos a quienes se apoyaría con la difusión de mejoras técnicas. La Asociación Rural y la Federación Rural se opusieron y acusaron al gobierno de querer implantar “una reforma agraria de tipo comunista” y finalmente impidieron que el Instituto de Colonización cumpliera la función para la que había sido creado.

El Estado tuvo una función esencial en la industrialización, pero no sólo a través de las medidas proteccionistas sino en las políticas redistributivas que aseguraron una capacidad de consumo importante a la población. Único medio viable, dadas las circunstancias, de compensar la estrechez del mercado interno. La salida al mercado internacional era poco verosímil dado el bajo nivel de competitividad de la mayor parte de la industria nacional, creada y mantenida al abrigo de las barreras aduaneras
De esta manera las medidas económicas fueron acompañadas por medidas de carácter social. Se creó el Consejo Nacional de Subsistencias (1947) para controlar los precios de los artículos de primera necesidad y se subsidiaron los alimentos básicos como la carne, el pan y la leche (el estado daba una compensación a los productores y fijaba el precio de la venta al público). Desde 1943 venían funcionando los Consejos de Salario donde obreros y patrones discutían los salarios que se pagarían y el estado participaba a través de un delegado. Además el estado absorbió mano de obra a través del empleo público no existiendo desocupación a pesar que el campo seguía expulsando trabajadores. Se creó además el Consejo de Asignaciones Familiares extendiendo los beneficios que recibían las familias de los trabajadores (prestaciones a los hijos de los trabajadores, asistencia hospitalaria en el parto, salario por maternidad, etc). Estas medidas complementaban otras tomadas en el período de gobierno anterior (indemnización por despido a todos los trabajadores, derecho a vacaciones pagas, compensación por desocupación y bolsas de trabajo para los obreros de frigoríficos y barracas de lana y cuero, estatuto del peón rural) que hicieron de los años 40 una década de triunfos para los reclamos de los gremios obreros.
El tema de la justicia social tomaba un lugar preferencial en el esquema neobatllista porque, aparte de un apoyo fundamental al crecimiento industrial, era percibido como la fuente más segura de estabilidad política. Convencido de que todas las sociedades se transforman por evolución o revolución, el Presidente Luis Batlle defendía la idea de que la anticipación a los reclamos populares era el camino más seguro para una democracia durable y para la paz social. Según sus propias palabras, en el discurso de asunción del mando, "apresurarse a ser justos es luchar por el orden y es asegurar el orden".

La
 "Suiza de América", como se identificó a nuestro país en éste período, se asentaba en una sociedad próspera e integrada; o eso creían muchos uruguayos. Pero detrás de esta mirada, la crisis germinaba. 
La política neobatllista dividió las aguas: los obreros, un amplio espectro de clases medias y los industriales, vivían su hora de gloria. Un contingente desmedido de empleados públicos dependía del Estado, que extendía sus protectores brazos confiado en un desarrollo económico sin fin. El trabajo y la educación eran un camino seguro al bienestar y al ascenso social de las capas populares y medias.
Pero los estancieros veían el decrecimiento de sus ganancias en aras de una industria estrecha que producía para el mercado interno. No sentían que se atendiera al agro, de donde provenía la riqueza del país. Los grandes comerciantes, los banqueros: todos quienes tenían empleados a su cargo, veían con temor la profusión de leyes que beneficiaban al trabajador y sentían el peso de la burocracia en el bolsillo.
Políticamente, los apoyos al Neobatllismo se redujeron a la lista 15. Dentro del Partido Colorado se repetía la vieja división, aunque esta vez la oposición conservadora estaba constituida por los hijos de Batlle y Ordóñez, atrincherados en el diario El Día y en la "lista 14". El gran enemigo de Luis Batlle era, no obstante, Herrera, y por cierto, el viejo caudillo no escatimó críticas contra su adversario. Sus dardos apuntaban a la política económica, a la legislación social, a la demagogia, al clientelismo y a la corrupción que veía encarnados en "Luisito”

Terminado el período presidencial de Luis Batlle en 1951, el nuevo presidente electo,
Andrés Martínez Trueba, solo permaneció un año en el cargo. El temor de una nueva candidatura de Luis Batlle para el siguiente ejercicio apresuró a sus adversarios a buscar una forma de cerrarle el camino. Como tantas otras veces, el recurso fue la reforma de la Constitución. La Carta finalmente aprobada en 1952 resultó del acuerdo entre los sectores conservadores de El Día y el herrerismo. El texto proponía volver a un Ejecutivo Colegiado (vieja aspiración del batllismo) en el que estarían representadas mayorías y minorías. Era una fórmula aconsejable en un momento en que se requería amplio respaldo popular y sobre todo, era una manera aceptable de compartir el poder entre los adversarios de Batlle.
Entre 1952 y 1958 se sucedieron dos gobiernos colegiados, en los que tuvo mayoría el Partido Colorado. La figura de "Luisito" volvió a dominar el escenario y obtuvo la mayoría abrumadora de los votantes en el segundo período (1955-1958).

Sin embargo, en el plano económico la situación internacional era distinta: Europa había culminado su reconstrucción y su producción comenzaba a competir; además el Fondo Monetario Internacional comenzaba a ejercer presión sobre América Latina, esto sumado al final de la Guerra de Corea hizo que empezara a advertirse la caída de los indicadores que habían favorecido a nuestro país durante el primer periodo de gobierno Neobatllista. Cayeron los precios de los productos exportados por Uruguay y comenzó a disminuir el salario real. Por lo que diversos gremios comenzaron a realizar reclamos y huelgas. La economía uruguaya comenzaba a decaer. Además. En medio de este incierto contexto surgieron nuevas figuras. Algunas, como Benito Nardone, serían claves en la siguiente elección.

Hacia 1958 las dificultades llegaron al máximo: las reservas de oro habían disminuido enormemente; las exportaciones bajaban en cantidad y precio; aumentaba el déficit de la balanza comercial; la inflación era incontrolable.
A esto hay que sumarle la escasez de carne y de otros productos que tenían precio fijado y que se ocultaban para vender clandestinamente a un precio mayor al autorizado.

La impopularidad del gobierno crecía en medio de las críticas hacía la corrupción, el reparto de cargos, el clientelismo y los privilegios abusivos de los políticos (por ejemplo la ley que permitió a los legisladores importar autos sin pagar impuestos) que no eran responsabilidad exclusiva de los seis consejeros de la lista 15, pero se identificaba a esta con el gobierno y a este con los males que se padecían. Al acercarse las elecciones el gobierno trató de recuperar popularidad y se promovieron algunas leyes que satisfacían los reclamos sindicales (asignación familiar al desocupado y seguro de enfermedad a los obreros de la construcción) y estudiantiles (Ley Orgánica de la Universidad que le concedió una amplia autonomía).
Pero era demasiado tarde, las elecciones de noviembre de 1958 dieron el triunfo al P. Nacional apoyado por los ruralistas de Nardone que había hecho un acuerdo con Herrera.

-"Breve historia del Uruguay independiente" de Benjamín Nahum, Banda Oriental, 1999. Pág. 153 a 156.
-"Historia III" Editorial Santillana 2001, Pág. 274 a 277.
-"El Uruguya Neobatllista 1946-1958" de Germán D'Elía, Editorial Banda Oriental.






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